Es uno de los más conocidos y antiguos perros franceses de rastro, descendiente directo del perro de San Huberto. Se lo recuerda numeroso ya en las jaurías de Enrique IV y se dice que fue llevado a Gascuña (región de la cual toma su nombre) en pleno Renacimiento. Sucesivamente es mejorado y seleccionado con cuidado por muchos criadores que han hecho de él un perro de olfato excepcional. En él se han originado después, muchísimas razas francesas de perros de carreras y su completa desaparición se atribuye a la extinción casi total del lobo, para cuya caza era particularmente empleado. Existe todavía alguna jauría del Gran azul de Gascuña pero verdaderamente no son muy numerosas y prácticamente no existe fuera de territorio francés.